Acuérdese que, si alguna vez precisa de una mano amiga, usted la encontrará al final de su brazo. Al volvernos más viejos, descubrimos porqué tenemos dos manos, una para ayudarnos a nosotros mismos, y la otra para ayudar al prójimo
Audrey Hepburn

MUSICA

MI OKUPA Y EL MALIGNO CAPITAL


NI MARXISTA, NI MARXIANA
Si, claro, como descendiente de los sesentas y setentas, e hija directa de la Universidad de los ochentas, cobijada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también yo consideraba al capital como maligno; a los sistemas de gobierno, como perversos; a la distribución justa de la riqueza y de las oiportunidades, como una solución a los dos males anteriores y, a la izquierda, como el único lugar donde era posible cumplir esa condición. Y, como todos los ochenteros, estas consideraciones se establecían mientras, por lo bajo, cumplíamos con el hambre de prestigio social de nuestras familias, y de nuestra propia hambre de prestigio intelectual, siguiendo una carrera universitaria que, por una parte, nos preparara para cambiar al mundo (caudillos éramos todos) y,  de paso, para hacernos de un cochecito, de una casita o de un viajecito.

Ja, ja y doble ja porque, ya para mediados de los ochentas se nos había esfumado el milagro: la Universidad de masas, según decían, era un medio para retrasar el ingreso al mercado de trabajo a los millones de jóvenes que ahí estudiaban. En los noventas cayó el Muro de Berlín (porque tenía que caer), y también cayeron las utopías socialistas y sus gobiernos mostraron que no eran tan diferentes a aquellos calificados como perversos. 

Del 2000 en adelante comprobamos que, en México, más nos valía ser "cool-tos" que cultos; que, salvo rarísimas excepciones, tenemos una izquierda pendeja que no merecemos (¿o sí?); que no hace falta ir a una Universidad para tener un Título y, de tenerlo, real y no hechizo (Made in Plaza de Santo Domingo), no nos asegura ni los frijolitos ni las tortillitas.


A pesar del desencanto, , sigo creyendo en aquello de que los gobiernos son perversos; en que es necesaria la distribución equitativa de oportunidades y riqueza; en que ir a la Universidad fue una oportunidad maravillosa que me regaló un punto de partida y una visión menos estrecha, aunque el beneficio económico sea poco, comparado con el de la caterva de analfabetos funcionales que tienen todo el poder y la gloria.
Y sigo considerándome de izquierda más que de derechas, aunque de ninguna manera me siento identificada con los caudillos oficiales de esta posición, que tienen más aire místico que científico, y las mismas mañas y vicios que los otros.

 Pero la griega, mi okupa fibromialgia es, a todas luces, capitalista y neoliberal; injusta y demandante: aparece síntomas que provocan discapacidad, que generan desempleo, que induce a pobreza, que genera estrés, que causa enfermedad , que provoca discapacidad...eso sí, sin disimulos, ni pactos políticos, ni discursos demagógicos y, como  "El Fonógrafo" (estación de radio mexicana) es una música que llegó para quedarse.

Así que, ahora, en lugar de comunista, quiero un poco del maligno capital. No, no soy hipócrita ni falta de convicciones, o traidora de mis ideales juveniles. No he caído víctima de de un ataque generacional. No deseo acumular maligno capital a gran escala, ni obtenerlo ilegalmente o en forma gratuita. Mis ambiciones, en el sentido económico, son más modestas.


Lo que deseo, por el momento que conste, es un empleo que me permita, si no un "enriquecimiento profesional" (que ése me lo busco yo solita), mantener dignamente a mi familia y procurarme el tratamiento médico adecuado (que no lujoso) que mi condición requiere. Eso, en principio...

Mi okupa es demandante y, como amiga, carísima...pero también me ha hecho ver que, en este proceso de convivencia en el que estamos inmersas, he ido aligerando mi carga, deshaciéndome de peso inútil. Que las razones para ser feliz son más sencillas y que las tengo todas al alcance de mi mano, aún cuando el umero de ellas va disminuyendo con los años. Lo único que no tengo es dinero...ni salud, lamentablemente, pero soy tan rica y tan sana en la medida en que voy necesitando menos lujos.

Mis extravagancias ahora se limitan a:
- Disfrutar de un café, de una cerveza o de una juerga en compañía de personas inteligentes, respetuosas y tolerantes (aunque, ante la escasez, en mi entorno, de este tipo de personas, esto se ha convertido en un lujo millonario que, afortunadamente, puedo darme de cuando en cuando)
- Adquirir un libro o un disco con mis amadísimas lecturas y músicas, de ésas que algunos califican como raras.
- Atender un Seminario, hacer un curso...aprender algo nuevo (sí, también éso se puede obtener gratis)
- Ser fiel a mí misma; orgullosa de mis habilidades; bondadosa con mis defectos; generosa con mi tiempo, inteligente para repartirlo y clara ante lo que conviene un gasto de energía y lo que es inútil derrochar.


Mal momento, a decir verdad, para quedarse sin empleo. E irónico en demasía que, después de haber trabajado tantos años por la inclusión ( educativa, social, económica y laboral) ahora tenga que caminar con cierta segregación pegada a la suela de mis zapatos.

A pesar de todo, me lo apunto como una lección que tenía que aprender: en  lugar de imaginarme o tratar, fanfarronamente, de "ponerme en el lugar de..." me hacía falta hablar, pensar y sentir desde una perspectiva directa y personal.

Se me han acabado esas frases hechas, desgastadas de ta manidas, que utilizamos con condescendencia e hipócrita corrección: "te entiendo", "lástima, pobre"... "si necesitas algo llámame"
Como muchos, aquejados por enfermedades o síndromes crónicos y/o raros, no deseo que me regalen nada o me den limosna, aunque agradezco la delicadeza de algunos - poquísimos- amigos que, cuando pueden, me regalan su tiempo; me invitan algo, por pequeño que sea o, me evitan la caminata y me acercan a mi casa; o ésos que se preocupan - y ocupan- porque en mi hogar haya algo qué comer. Sí, lo agradezco en toda su gentileza y sinceridad, aunque hasta el momento, afortunadamente, mi familia puede y quiere apoyarme, en la medida de sus posibilidades.

 Lo que no se agradece, en mi caso y creo que en muchos otros, son las muestras convencionales de cortesía. Nunca, como ahora, la percepción se hace tan clara, respecto de las sinceridades propias y ajenas.


Pero eso es otro cantar que, la griega, sigue enseñándome...




Y , TAMPOCO ELLA, SE INVENTABA LA ENFERMEDAD COMO PRETEXTO PARA DEJAR EL TRABAJO





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